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El Monje esqueleto

Foto del escritor: leyendosleyendos

Esta historia nos fue enviada por José F. de Jalisco, México, en ella nos relata lo siguiente:


Yo era todavía un niño en aquellos años, el ranchito donde nací era todavía muy pequeño, San Marcos se llama y pertenece al municipio de Tonila, Jalisco. En ese lugar todavía existe la Hacienda de San Marcos, donde ahora hay una casa muy bonita con grandes jardines que reemplazaron la otrora fábrica de azúcar.

En aquel tiempo, mi abuelo Dionisio F., salió una tarde a recoger leña al cerro en las faldas del volcán de Colima, nos contó que ya estaba cerca de morir la tarde y empezar a caer la noche, acababa de concluir su labor y completar la carga de leña que traería a la casa, iba solo acompañado de su fiel perro y estaba ya por disponerse a regresar.


Cuando volvía pasó cerca de las ruinas de la Hacienda vieja, que no es la Hacienda de San Marcos que todos conocen, cuando al levantar la vista y con la claridad de los últimos rayos del sol vio una escena que le erizó los cabellos, ahí, parado en medio de un amplio espacio entre la vegetación y cerca de las ruinas, se encontraba un sacerdote, un monje que lucía su túnica ya verde por lo gastada y vieja, un ser sobrenatural que le daba la espalda a mi abuelo, el monje flotaba en el aire, no se le veían los pies y parecía que no le daba importancia a todo lo que sucedía a su alrededor.


Mi abuelo, sudando frío y con un ligero temblor en las piernas por el susto, con los nudillos se frotó los ojos como esperando que lo que veía solo fuera una ilusión que se desvanecería en cuanto aclarara su vista, pero a pesar del esfuerzo el monje siguió parado frente a él, a solo unos cuantos pasos de donde mi abuelo se encontraba como clavado en el suelo.


Por fin y con un esfuerzo sobrehumano, mi abuelo se animó y con voz firme le dijo al espectro: “¡vete Padre, no tengo el valor para hablar contigo!”, enseguida, el espectro volteó la cabeza seguida del cuerpo y mi abuelo vio claramente cómo de su túnica asomaba un blanco cráneo de ojos saltones en lugar de un rostro, el monje inclinó levemente la cabeza y enseguida se desvaneció en el aire como si nada hubiera pasado.


Esta es la historia del Monje esqueleto y el abuelo del buen amigo José F. a quien agradecemos que la haya compartido con Leyendos.

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