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A finales de julio de 2005, en una sabrosa plática con un buen amigo, éste me insistía que los fantasmas sí existen, que todo lo paranormal era real, yo, incrédulo le rebatía que no era cierto, mi postura era tanto más reacia a aceptar los sucesos paranormales como sus argumentos más fuertes eran los vídeos de un sujeto famoso autonombrado “caza fantasmas”, los cuales a todas luces me parecían a mí más preparados que unos chiles en nogada.
En esa estábamos cuando, con el afán de acabar con la discusión, lo invité a ir al panteón de nuestra ciudad para que viera que “eso” no existía, en ese entonces contaba yo con más de 20 años de experiencia periodística y siempre cargaba mis cámaras fotográficas, mi argumento para convencerlo fue simple: “¿dónde puede haber más fantasmas que en un cementerio?, por lo menos ahí sí que hay muchos muertos”.
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Mi amigo aceptó y nos trasladamos al panteón, desde la entrada hicimos el recorrido que me pareció más adecuado, el sistema que utilicé fue simple, caminábamos entre las tumbas unos 20 metros, nos deteníamos y hacía yo una toma a cada punto cardinal, recorríamos otros 20 metros y tomaba otras 4 fotos y así sucesivamente hasta recorrer todos los rincones del cementerio, luego de lo cual nos fuimos y lo dejé en su casa y me fui a la mía, donde revisé el material más a fuerzas que de ganas.
Grande fue mi sorpresa cuando, al revisar el material obtenido en el panteón, me encontré nada más y nada menos que tres tomas que “parecían” contener figuras humanas, las revisé y las volví a revisar y no les encontré explicación alguna, me obligué a olvidar el asunto hasta que tuviera la oportunidad de volver al cementerio a revisar los lugares de las tres tomas interesantes.
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A los tres días, el sábado 30 de julio, volvimos con mi amigo a visitar el cementerio municipal, nos fuimos directamente a localizar el lugar de las tres tomas interesantes, es curioso que se trataba de un área muy reducida pues las tres tomas fueron hechas en una zona de no más de 50 metros cuadrados, revisé los ángulos de las fotografías y volví a hacer unas tomas nuevas, revisé los lugares y logré descartar una de las fotos como un juego de sombras, pero con las otras dos no pude hacer lo mismo por más que busqué y rebusqué ángulos, fondos, flores, macetas, ramas, etcétera.
Nos marchamos de nueva cuenta a nuestro hogares y yo no pude posponer el estudio de mis nuevas tomas, hice comparativos con las anteriores, apliqué efectos digitales, modifiqué colores y no pude conseguir más que rendirme ante la evidencia de que tal vez, solo tal vez, sea posible la existencia de los fantasmas o algún efecto óptico desconocido hasta ahora que permite tomar fotografías a lo que parecen ser personas etéreas a las que sólo se les puede ver parte de sus cuerpos.
En la siguiente entrega analizaremos juntos esas dos fotografías que representaron mi acercamiento con el mundo de lo sobrenatural, del cual, luego me hice un tanto aficionado.
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