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En el estado de Michoacán, México, enclavado en el municipio de Los Reyes, existe una maravillosa cascada cuyas aguas nacen en la misma pared del acantilado, las mismas cuentan con una impresionante altura de más de 70 metros. La zona fue declarada como área natural protegida en enero de 2004 y siempre ha sido un excelente lugar para la realización del ecoturismo de aventura.
Pues bien, en la zona existe una leyenda, la de que una princesa indígena, de la cultura Purhépecha, tiene ese lugar encantado. Se dice que en las últimas horas de la tarde, cuando prácticamente ya ha oscurecido gracias a la abundante vegetación, el último paseante desprevenido corre el riesgo de que se le aparezca una figura fantasmal correspondiente a una mujer bellísima, quien se le presenta y le cuenta la historia de su cautiverio, que es un alma en pena que está aferrada al lugar por haber renegado de su pueblo y que solo puede salvar su alma y encontrar el descanso eterno si algún buen samaritano le ayuda a romper el hechizo que la mantiene cautiva.
Para lograrlo, el paseante recibe de la princesa un gran morral, la princesa coges tres pequeñas piedras del tamaño de su puño del lecho del río, la persona observa con asombro cómo éstas piedras son de oro macizo y ve que la princesa las coloca dentro del morral holgadamente.
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La princesa Purhépecha le dice al paseante que para liberarla deberá cargar el morral hasta la cima del barranco, el cual actualmente cuenta con una escalera de cemento de más de 750 escalones, también le advierte que no deberá voltear atrás por ninguna circunstancia, escuche lo que escuche, pues si lo hace perderá la oportunidad de salvarla y también la oportunidad de hacerse millonario con el oro que la princesa le daría en agradecimiento por su ayuda.
Lo más seguro es que el incauto piense – ¡este morral no pesa casi nada, si acaso uno o dos kilos! – por lo que acepta apresuradamente y comienza a subir la pesada colina. Al principio no escuchará más que el canto de los pájaros, que luego darán paso a unos rítmicos tambores que retumbarán a lo lejos, acercándose cada vez más mientras su tonada se transforma en una canción de guerra indígena, dicen que después el rítmico sonido de los tambores se transforman en horrendos gritos de guerra, que se oye como si veloces flechas pasaran silbando cerca de la cabeza del paseante mientras escucha apresurados pasos que se acercan a su espalda. Luego de unos segundos de silencio se escuchan rugidos de gato montés y de panteras, se siente el movimiento del aire por los fantasmales zarpazos que tiran los animales y cuentan que el infortunado siente el repentino dolor que estos arañazos le causan en la espalda, pero si se toca con una mano se dará cuenta de que no ha sufrido realmente daño alguno.
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A cada tramo que el rescatador de la princesa sube, el peso del morral se acentúa, como si se le añadiera una piedra cada cinco o seis escalones, nadie jamás ha llegado hasta arriba con la pesada carga, pero cuentan que los infortunados que lo han intentado, a la mitad del camino es tanto el esfuerzo que requiere que tienen que ayudarse con la cabeza y los hombros para poder seguir avanzando.
También se dice que quienes han logrado llegar a este punto sin voltear, de pronto empiezan a escuchar los desesperados gritos de socorro de su familiar más querido, en general de su madre o su pareja, acompañados del inconfundible sonido del chapoteo en el agua, como si se estuviera ahogando en el río, luego de un par de minutos, si lo ha aguantado, la persona escucha la voz de su familiar recriminándolo por no haber acudido en su ayuda, que por su culpa se ha ido al infierno y que ha regresado por el para llevárselo consigo, escuchándose enseguida los pasos del supuesto difunto acompañados por el sonido que hace una pata de cabra en las piedras y el cemento, sintiendo la persona un calor abrazador a sus espaldas y viendo cómo por delante de él se reflejan una intensa luz causada por las supuestas llamas del infierno.
No se sabe qué sucede después ya que se supone que nadie ha logrado subir más allá de este punto, lo que sí se cuenta es que todos los que han volteado atrás para ver qué sucede no han visto nada fuera de lo normal, todo sonido desaparece y sueltan su pesada carga, abren el morral solo para darse cuenta que contiene simples piedras del río, eso sí, cuanto más han logrado subir sin voltear, más piedras contiene el morral.
Esta es la leyenda de éste bello lugar, tal vez adornada un poco, pero en esencia es fiel a lo que la gente dice.
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